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jueves, 27 de noviembre de 2014

MI CRISTO ROTO, ¿Quién te partió la cara? (Parte 4)


MI CRISTO ROTO
CUARTA PARTE
¿QUIÉN TE PARTIÓ LA CARA?

Sacerdote Jesuita Ramón Cué Romano 
Cristo, yo había oído muchas veces esta amenaza en labios trémulos por el odio:
“¡MIRA QUE TE PARTO LA CARA!” Y siempre pensé que todo suele quedar en un puñetazo, un bofetón, una cuchillada en la mejilla. Sólo en Ti se ha cumplido literalmente la brutal amenaza, te han partido la cara de un solo tajo.
Yo se la hubiera restaurado, pero Él me lo prohibió. Por eso me dedico en un juego de fantasía y cariño, a restaurársela idealmente, colocando sobre su cabeza sin facciones, las caras que para mi Cristo, ha soñado el arte universal. Consumo en este juego, museos, colecciones, galerías, catedrales, pinacotecas. Todo va pasando por el tajo de su cara en un desfile lento, y me siento Velázquez o Juan de Meza, con un patetismo barroco, o Montañés con olímpica belleza, o Leonardo, de infinita tristeza.
- ¡BASTA! No me pongas ya más caras, he tolerado tu juego demasiado tiempo. ¿No acabas de comprenderlo? No me pongas más esas caras que pides de limosna, al arte de los hombres. ¡Quiero estar así, sin cara! Prometiste que jamás me restaurarías… a no ser, que quieras ensayar otro juego, ponerme otras caras. Esas… sí las aceptaré.
Escucha: Yo, como hijo de Dios, me hice responsable voluntariamente de todos los errores y pecados de la humanidad. Todo pesaba sobre Mí, mi Padre se asomó desde el cielo para verme en la cruz y contemplarse en Mi rostro, clavó sus ojos en Mí y su pasmo fue infinito. Sobre mi rostro, vio sobrepuesta sucesiva y vertiginosamente las caras de todos los hombres. Desde el cielo, durante aquellas tres horas terribles de mi agonía en la cruz, contemplaba el desfile trágico de la humanidad vencida, mientras tanto Yo le decía:
- ¿Cuáles Señor? Te las pondré enseguida. Dime qué caras y te las pongo. - Temo que no lo entiendas, incluso que te escandalices como los fariseos... Me refiero a otros rostros, pero reales, no fingidos como los que inventabas, y que son también míos, como el que me cortaron de un tajo. - Ahh, ya creo adivinar Señor, te refieres a las caras de los santos, de los apóstoles, de los mártires… - Esas caras en verdad, son mías. Nadie me las niega ni me las regatea. Pero yo quiero otras, las reclamo, muy pocos se atreverían a ponérselas, Yo sí.
“Amaos los unos a los otros”.
Hizo un descanso, como para tomar fuerzas. Respiró profundamente. Yo estaba asustado, tenía miedo, pero no había remedio. Entonces me dijo:
- Oye, ¿No tienes por ahí un retrato de tu enemigo? De ese que te tiene envidia y que no te deja vivir; del que interpreta mal por sistema todas tus cosas, del que siempre va hablando mal de ti, del que te arruinó, del que dio malos y decisivos informes sobre ti, del traidor que te puso una zancadilla, del que logró echarte del puesto que tenías, del que te denunció, del que te metió en la cárcel...
- Cristo, ¡no sigas! - Es demasiado, ¿Verdad? - Es inhumano, es absurdo…
- ¿Te has fijado bien en la cara de los leprosos, de los anormales, de los idiotizados, de los mendigos sucios, de los imbéciles, de los locos...?
- ¿Y...? ¿Y me vas a decir Cristo, que esas caras son tuyas y… y que te las ponga? No, no, imposible.
- ¡Espera! no acabo aún... Toma bien nota de esta última lista y no olvides ningún rostro: Tienes que ponerme la cara del blasfemo, del suicida, del degenerado, del ladrón, del borracho, del asesino, del criminal, del traidor, del vicioso. ¿No has oído?
¡Necesito que pongas todos esos rostros sobre el mío!
- …No, no Señor… -contesté— ¡No entiendo nada! ¿Todos esos rostros miserables y corruptos sobre el tuyo, sagrado y divino?
- ¡Sí, así lo quiero! ¿No ves que todos ellos pertenecen a esta pobre humanidad doliente creada por mi padre? ¿No te das cuenta que yo he dado la vida por todos?
Quizá ahora comprendas lo que fue la Redención.
“¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!” No era Yo sólo quien moría en la cruz, eran miles y miles de dolientes seres humanos, derrotados muchos por sus propias pasiones, por sus errores, por sus pecados. El desfile era terrible, repugnante, grosero. Mi Padre vio pasar sobre mi rostro la cara del soberbio; la del sectario, imaginando la destrucción de Dios, la del asesino frío y desalmado...
Había labios repugnantes, ojeras hundidas marcadas con fuego de lujuria, alientos insoportables de ebriedad, palidez de madrugadas encenagadas en el vicio, sórdidos rictus de amargura y desesperación, turbadoras miradas de perversión y delito, de subterráneas anormalidades inconfesables y oscuras. Toda la derrota y las lacras de una humanidad irredenta, la agonía, la muerte. Y mi Padre… Dios, las amó a todas y perdonó sus pecados”.
Mi Cristo calló, qué pobre y ridículo me pareció el arte de los hombres y qué profundo e insondable el amor de Dios. Y desde entonces, enmudeció. No volvió a hablarme más.
No olvidemos nunca esta suprema y difícil lección. No olvidemos nunca la superficie lisa del rostro de mi Cristo, tajado verticalmente. Podríamos compararlo con un portarretrato vacío. En él se nos ofrece la oportunidad de colocar la cara de aquél o aquellos que nos han hecho daño o que odiamos profundamente, haciéndonos más daño a nosotros mismos que a quien es objeto de nuestro rencor.
¡Sí…, sí, seamos valientes! Recordemos el rostro que mayor odio y antipatía nos produzca, acerquémoslo a Cristo, aunque sintamos temblar nuestro pulso. Coloquémoslo sobre el suyo e imaginemos que nuestro enemigo, ese ser que odiamos, ocupa su lugar en la cruz. Cerremos los ojos, acerquémonos al crucificado y besemos reverentes y humildes su figura.
Al besar un Cristo, con el rostro de nuestro enemigo, nos envolverá una voz cálida y musical, paternal y bondadosa. Aquélla que hace muchos siglos nos dejara la más grande y maravillosa herencia que hombre alguno pueda tener, encerrada en sólo seis sencillas palabras:

"Amaos los unos a los otros"






martes, 25 de noviembre de 2014

MI CRISTO ROTO, Se ha perdido una cruz (3)

MI CRISTO ROTO


Se ha perdido una cruz




Esa pobre mujer, que repintada y aburrida espera sentada a la barra de la cafetería o arrimada a la esquina estratégica, lleva una pavorosa cruz a cuestas, pesa tanto, que se apoya recostándose en la esquina, es una cruz más pesada de lo que sospechamos y el que se acerca a ella buscando el placer, lo hace por huir de otra cruz. Hablan los dos, regatean, prometen, se arreglan al fin y allá van por la calle adelante, con prisa y con la cruz a cuestas, y cuando regresan, cuando ya han tratado de aplacar su hambre de felicidad, sienten defraudados que ha aumentado su cruz, que es mayor. En ella, asco y envilecimiento, en él, desolación.
¡Atención! Se ha perdido una cruz y no se da con ella, es la de mi Cristo roto. ¿Alguno de vosotros, ha encontrado una cruz? ¿Queréis las señas? ¿El tamaño? No es muy grande, pero es una cruz y no hay cruz pequeña, además es una cruz para Cristo y entonces no hay modo de medirla, con estas señas basta porque en definitiva todas las cruces son iguales.
Perdonad pues mi insistencia, ¿Quién de nosotros no ha encontrado una cruz? Mejor dicho: ¿Quién no tiene una cruz? Es un derecho de propiedad irrenunciable que se está ejerciendo siempre, todos la llevamos. La llevamos encima, a cuestas, aunque no se nos vea, aunque sonriamos.
¿Que quién ha encontrado una cruz? Todos… todos, buenos y malos, santos y criminales, sanos y enfermos, ni siquiera respeta a los que parecen desafiar el dolor con las carcajadas y juergas de su vida.
A veces por oculta, es más pesada. Esta noche al acostarnos, no podremos dejarla colgada en la percha, al levantarnos mañana, no será necesario vestírnosla, saltaremos de la cama con ella ya puesta.
Pero desde hace unos días, he tenido que renunciar también al consuelo de este juego, ¡el Cristo roto es terrible en su exigencia!, no concibe treguas, y me lo ha prohibido también. Yo creí al principio que le gustaba, al menos lo toleraba silencioso, hasta que un día me interrumpió severamente:
Toda ciudad en definitiva es un bosque, una selva, una colmena de cruces, ¿Y sabes amigo por qué a veces nuestra cruz resulta intolerable? ¿Sabes por qué llega a convertirse en desesperación y suicidio? Porque entonces nuestra cruz, es una cruz sola, sin Cristo, solamente se puede tolerar cuando lleva un Cristo entre sus brazos.
Una cruz laica, sin sangre ni amor de Dios, es absurda, no tiene sentido, por eso, se me ocurre una idea: Yo tengo un Cristo sin cruz y tú tienes, tal vez, una cruz sin Cristo. Los dos están incompletos. Mi Cristo no descansa, porque le falta su cruz, tú no resistes tu cruz porque te falta Cristo. ¿Por qué no le das esta noche tu cruz vacía al Cristo? Tú tienes una cruz sola, vacía, helada, negra, sin sentido. Te comprendo, sufrir así es irracional y no me explico ¿Cómo has podido tolerarla tanto tiempo? Tienes el remedio en tus manos… anda, dame esa cruz tuya, dámela, te doy en cambio, este Cristo sin reposo y sin cruz. Tómalo, es tuyo, dale tu cruz, toma mi Cristo; júntalos, clávalos, abrázalos y todo habrá cambiado.
Mi Cristo roto descansa en tu cruz, tu cruz se ablanda con mi Cristo en ella. Hemos encontrado una cruz, la nuestra, que resulta ser la de Cristo...

lunes, 24 de noviembre de 2014

MI CRISTO ROTO, Dios tiene mano izquierda (Parte 2)


MI CRISTO ROTO


SEGUNDA PARTE


DIOS TIENE LA MANO IZQUIERDA

Sacerdote Jesuita Ramón Cué Romano 
La misma tarde que compré mi Cristo, le pregunté al anticuario dónde estaría el brazo derecho.
¡¿Quién no siente de vez en cuando, el suave roce de la mano llagada de Cristo?! Esa mano invisible que, sin llamar a la puerta, se mete en todas partes; en el hospital, en el lecho de muerte, en la oficina, en el despacho, en la fábrica, en el cine, en el teatro. Se cuela de puntillas como una ráfaga luminosa y musical. No podemos dar un paso por la vida sin tropezar con la mano de Dios. Pero tú, Cristo mío roto, sólo tienes mano izquierda.
- ¡Oh, imposible encontrarlo! –me contestó— Y no crea usted que no revolvimos ya todo el pajar en donde estaba tirada la imagen mutilada. Encontramos, eso sí, la pierna izquierda y se la pegamos pero de la mano derecha ¡Ni rastro!
Para conquistar a Pedro, a Pablo, a Magdalena, a Agustín, a Ignacio de Loyola, Dios tuvo que emplear la izquierda. Ante la mano derecha, se rebelan, entonces entra en juego la izquierda, busca un disfraz y se trueca en rayo, en bala, trata de ser freno que nos detenga, quiere alzarnos del barro en que caímos, se nos mete en el pecho para ver si logra ablandar nuestros corazones. Sus recursos son infinitos, hoy la disimula con modernos y actuales disfraces, es el ser más actual...
El anticuario no sabía Señor por dónde andaba tu mano derecha, pero Tú, Tú sí que lo sabes, la estás desclavando continuamente y se te escapa siempre. No, no me extraña que no la tengas, anda por ahí, invisible pero eficaz.
Y me imaginé que decía, después de sentir que mi Cristo sonreía silencioso: “Qué poco y mal me conocéis, ¿Qué sería de vosotros los hombres si yo no tuviera mano izquierda?, La tengo, pero no para evitar que me crucifiquen, sino para conseguir que mi padre no os condene, Yo no uso mi mano izquierda para salvarme de la cruz, sino para salvaros del infierno, ¿Lo comprendes ahora?”
Toda la aventura trágica y divina de nuestra vida, está en dejarnos guiar por las manos de Dios. Pero hay en nosotros un elemento difícil, esquivo, peligroso: la libertad. Y Dios la respeta misteriosamente, infinitamente.
Para conquistarnos dispone Dios de dos manos, la derecha y la izquierda que representan dos técnicas y dos tácticas. La mano derecha es clara, abierta, transparente, luminosa. La mano izquierda busca atajos, da rodeos, es cálculo, diplomacia, no tiene prisa, si es necesario actúa a distancia y finge la voz, pero aunque izquierda no es maquiavélica ni traidora, porque la mueve el amor.
Cristo mío roto, te lo digo en nombre mío y de todos, porque todos somos valientes para pedírtelo desde ahora: Señor, si no basta para salvarnos la ternura de tu mano derecha, desclava tu izquierda, disfrázala de lo que quieras: fracaso, calumnia, ruina, accidente, muerte. Cristo, que seamos hijos de tu mano, de tu derecha o de tu izquierda.
Para cada alma Dios tiene dos manos, pero las emplea de modo distinto porque todas las almas son diferentes. Con la derecha, como a palomas blancas o a ovejas dóciles,
Dios guiaba a Juan Evangelista, a Francisco de Asís, a Juan de la Cruz, a Francisco Javier, a las dos Teresas...
¡Se rompe una presa que arrastra mis fincas! Tengo un descuido inexplicable en el trabajo, y la máquina me siega un brazo. Íbamos en coche a 100 por hora, nos salió inesperadamente un camión, murieron en el acto mi mujer y un hijo, y quedé solo en la vida. Jamás he tenido una enfermedad, pero me dice el médico que tengo algo incurable...
Ante la mano izquierda de Dios, la primera reacción es un grito de rebeldía y desesperación, olvidamos la presa, el coche, el traidor, la muerte, porque adivinamos que ellos no tienen en definitiva la culpa, presentimos a Dios como responsable de ese dolor, que por ser tan terriblemente profundo, no puede venir de las criaturas y lógicamente nos encaramos a Dios. ¡Le gritamos, le emplazamos, le protestamos, le exigimos, le desafiamos, le condenamos! “¡PADRE…! ¡SI FUERAS PADRE, NO ME TRATARÍAS ASÍ!” Gritamos, protestamos, nos rebelamos y luego… nos quedamos solos.
A la cabecera de tu cama, amigo, o en tu mesita de noche, tienes un Cristo clavado en la cruz, ¿Por qué esta noche, antes de acostarte, no le besas la mano izquierda? Dios sabrá compensarte ese gesto de valor y resignación cristiana.
Y vienen las primeras lágrimas nerviosas y quemantes, y sin darnos cuenta, la primera oración. Volvemos a protestar contra Dios, contra nuestra primera oración... Sucede el cansancio, las lágrimas ya son más serenas, ya rezamos sin protestar, tenemos ganas de besar algo, ¿Qué? Oh sí, eso, ya lo encontramos, un crucifijo, y con un beso le decimos a Dios, que está bien lo que Él disponga...
Terrible, violenta, dura, implacable, pero bendita mano izquierda de Dios. Se formulan absurdas expresiones: “Bendita presa que se rompió, arrasó mi fábrica, pero me acercó a Dios, yo andaba muy lejos de Él”.

MI CRISTO ROTO, Compra venta de cristos (Parte 1)



Mi Cristo roto es un libro de poema escrito en 1963 por el sacerdote jesuita Ramón Cué Romano que narra el aprendizaje y aventura con una cruz con Cristo mutilado comprada a un anticuario de Sevilla. El libro es considerado una parábola que invita a la reflexión.

Esta dividida en 4 partes:
  • Compra venta de cristos
  • Dios tiene mano izquierda
  • Se ha perdido una cruz
  • ¿Quién te partió la cara?


PRIMERA PARTE

COMPRA VENTA DE CRISTOS

Sacerdote Jesuita Ramón Cué Romano 




A mi Cristo roto lo encontré en Sevilla, Dentro del arte me subyuga el tema de Cristo en la cruz. Se llevan mi preferencia los cristos barrocos españoles. La última vez, fui en compañía de un buen amigo mío. Al Cristo, ¡qué elección! Se le puede encontrar entre tuercas y clavos, chatarra oxidada, ropa vieja, zapatos, libros, muñecas rotas o litografías románticas. La cosa, es saber buscarlo. Porque Cristo anda y está entre todas las cosas de este revuelto e inverosímil rastro que es la Vida.


Pero aquella mañana nos aventuramos por la casa del artista, es más fácil encontrar ahí al Cristo, ¡Pero mucho más caro!, es zona ya de anticuarios. Es el Cristo con impuesto de lujo, el Cristo que han enriquecido los turistas, porque desde que se intensificó el turismo, también Cristo es más caro.

Visitamos únicamente dos o tres tiendas y andábamos por la certera o cuarta.

- Ehhmm ¿Quiere algo padre?

- Dar una vuelta nada más por la tienda, mirar, ver.

De pronto... frente a mi, acostado sobre una mesa, vi un Cristo sin cruz, iba a lanzarme sobre él, pero frené mis ímpetus.  Miré al Cristo de reojo, me conquistó desde el primer instante. Claro que no era precisamente lo que yo buscaba, era un Cristo roto. Pero esta misma circunstancia, me encadenó a Él, no sé por qué. Fingí interés primero por los objetos que me rodeaban hasta que mis manos se apoderaron del Cristo, ¡Dominé mis dedos para no acariciarlo! No me habían engañado los ojos ... no. Debió ser un Cristo muy bello, era un impresionante despojo mutilado. Por supuesto, no tenía cruz, le faltaba media pierna, un brazo entero, y aunque conservaba la cabeza, había perdido la cara.

Se acercó el anticuario, tomó el Cristo roto en sus manos y ...
- Ohhh, es una magnífica pieza, se ve que tiene usted gusto padre, fíjese que espléndida talla, qué buena factura ...

- ¡Pero ... está tan rota, tan mutilada!

- No tiene importancia padre, aquí al lado hay magnífico restaurador, amigo mío y se lo va a dejar a usted, ¡Nuevo!

Volvió a ponderarlo, a alabarlo, lo acariciaba entre sus manos, pero ... no acariciaba al Cristo, acariciaba la mercancía que se le iba a convertir en dinero.

Insistí, dudó, hizo una pausa, miró por última vez al Cristo fingiendo que le costaba separarse de Él y me lo alargó en un arranque de generosidad ficticia, diciéndome resignado y dolorido:

- Tenga padre, lléveselo, por ser para usted y conste que no gano nada 3000 pesetas nada más, ¡Se lleva usted una joya!

El vendedor exaltaba las cualidades para mantener el precio. Yo, sacerdote, le mermaba méritos para rebajarlo… Me estremecí de pronto. ¡Disputábamos el precio de Cristo, como si fuera una simple mercancía! Y me acordé de Judas… ¿No era aquella también una compraventa de Cristo? ¡Pero cuántas veces vendemos y compramos a Cristo, no de madera, de carne, en él y en nuestros prójimos! Nuestra vida es muchas veces una compraventa de cristos.
Bien… cedimos los dos… lo rebajó a 800 pesetas. Antes de despedirme, le pregunté si sabía la procedencia del Cristo y la razón de aquellas terribles mutilaciones. En información vaga e incompleta me dijo que creía procedía de la sierra de Arasena, y que las mutilaciones se debían a una profanación en tiempo de guerra.
- Cristo, ¡¿Quién fue el que se atrevió contigo?! ¡¿No le temblaron las manos cuando astilló las tuyas arrancándote de la cruz?! ¿Vive todavía? ¿Dónde? ¿Qué haría hoy si te viera en mis manos? …¿Se arrepintió?
Apreté a mi Cristo con cariño… y salí con Él a la calle. Al fin, ya de noche, cerré la puerta de mi habitación y me encontré solo, cara a cara con mi Cristo. Qué ensangrentado despojo mutilado, viéndolo así me decidí a preguntarle: – ¡CÁLLATE!— me cortó una voz tajante. - ¡CÁLLATE, preguntas demasiado! ¡¿Crees que tengo un corazón tan pequeño y mezquino como el tuyo?!
- ¡CÁLLATE! ¿Por qué ante mis miembros rotos, no se te ocurre recordar a seres que ofenden, hieren, explotan y mutilan a sus hermanos los hombres? ¿Qué es mayor pecado? Mutilar una imagen de madera o mutilar una imagen mía viva, de carne, en la que palpito Yo por la gracia del bautismo. ¡Ohh hipócritas! Os rasgáis las vestiduras ante el recuerdo del que mutiló mi imagen de madera, mientras le estrecháis la mano o le rendís honores al que mutila física o moralmente a los cristos vivos que son sus hermanos.
¡CÁLLATE! No me preguntes ni pienses más en el que me mutiló, déjalo, ¿Qué sabes tú? ¡Respétalo!, Yo ya lo perdoné. Yo me olvidé instantáneamente y para siempre de sus pecados. Cuando un hombre se arrepiente, Yo perdono de una vez, no por mezquinas entregas como vosotros. Yo contesté: “No puedo verte así, destrozado, aunque el restaurador me cobre lo que quiera ¡Todo te lo mereces! Me duele verte así. Mañana mismo te llevaré al taller. ¿Verdad que apruebas mi plan? ¿Verdad que te gusta?” - ¡NO, NO ME GUSTA!— Contestó el Cristo, seca y duramente. - ¡ERES IGUAL QUE TODOS Y HABLAS DEMASIADO!
- Eso es lo que quiero, que al verme roto te acuerdes siempre de tantos hermanos tuyos que conviven contigo; rotos, aplastados, indigentes, mutilados. Sin brazos, porque no tienen posibilidades de trabajo. Sin pies, porque les han cerrado los caminos. Sin cara, porque les han quitado la honra. Todos los olvidan y les vuelven la espalda. ¡No me restaures, a ver si viéndome así, te acuerdas de ellos y te duele, a ver si así, roto y mutilado te sirvo de clave para el dolor de los demás! Muchos cristianos se vuelven en devoción, en besos, en luces, en flores sobre un Cristo bello, y se olvidan de sus hermanos los hombres, cristos feos, rotos y sufrientes.
Hubo una pausa de silencio. Una orden, tajante como un rayo, vino a decapitar el silencio angustioso: - ¡NO ME RESTAURES, TE LO PROHIBO! ¡¿LO OYES?! - Si Señor, te lo prometo, no te restauraré. - Gracias— me contestó el Cristo. Su tono volvió a darme confianza. - ¿Por qué no quieres que te restaure? No te comprendo. ¿No comprendes Señor, que va a ser para mí un continuo dolor cada vez que te mire roto y mutilado? ¿No comprendes que me duele?
¡Debieran tener más cristos rotos, uno a la entrada de cada iglesia, que gritara siempre con sus miembros partidos y su cara sin forma, el dolor y la tragedia de mi segunda pasión, en mis hermanos los hombres! Por eso te lo suplico, no me restaures, déjame roto junto a ti, aunque amargue un poco tu vida.
Hay muchos cristianos que tranquilizan su conciencia besando un Cristo bello, obra de arte, mientras ofenden al pequeño Cristo de carne, que es su hermano. ¡Esos besos me repugnan, me dan asco!, Los tolero forzado en mis pies de imagen tallada en madera, pero me hieren el corazón. ¡Tenéis demasiados cristos bellos! Demasiadas obras de arte de mi imagen crucificada. Y estáis en peligro de quedaros en la obra de arte. Un Cristo bello puede ser un peligroso refugio donde esconderse en la huida del dolor ajeno, tranquilizando al mismo tiempo la conciencia, en un falso cristianismo. Por eso - Si Señor, te lo prometo— contesté. Y un beso sobre su único pie astillado, fue la firma de mi promesa. Desde hoy… viviré con un Cristo roto.

domingo, 9 de noviembre de 2014

CUANDO EN SESIONES DULCES Y CALLADAS... (William Shakespeare)


CUANDO EN SESIONES DULCES Y CALLADAS
William Shakespeare



Cuando en sesiones dulces y calladas
hago comparecer a los recuerdos,
suspiro por lo mucho que he deseado
y lloro el bello tiempo que he perdido,

La aridez de los ojos se me inunda
por los que envuelve la infinita noche
y renuevo el plañir de amores muertos
y gimo por imágenes borradas.

Así, afligido por remotas penas,
puedo de mis dolores ya sufridos
la cuenta rehacer, uno por uno,
y volver a pagar lo ya pagado
Pero si entonces pienso en ti, mis pérdidas 
se compensan, y cede mi amargura.




miércoles, 5 de noviembre de 2014

NO TE SALVES (Mario Benedetti)

NO TE SALVES
Mario Benedetti


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora ni nunca
no te salves
no te llenes de calma

No reserves del mundo
solo un rincón tranquilo
no dejes caer los parpados
pesados como juicios

No te quedes sin labios 
no te duermas sin sueños
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

Pero si pese a todo
 no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana

Y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
solo un rincón tranquilo
y dejas caer los parpados
pesados como juicios

Y te secas sin labios 
y te duermes sin sueños
y te piensas sin sangre 
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas,
entonces
no te quedes conmigo

sábado, 1 de noviembre de 2014

ARRORÓ MI VIDA

Por: Carola Pozo Cortez

ARRORÓ MI VIDA


Arroró mi vida
te dije al pasar
mi mente esta de ida
no deja de pensar.

Qué ojos tan bellos
tendrán al final
heredando aquellos
que me miran desde el umbral.

Serán uno, dos, tres
no me importa el total
y aunque el mundo sea al revés
los quiero conmigo hasta el final.

Aleluya!! llegaron nueve
no lo esperaba con seguridad
y  aunque en este momento llueve
quiero demostrarte mi amor de verdad.

Alejarte de tus sueños
no podré nunca, jamás
aún desearan ser dueños
en familia siempre nos verás.

Recordando cada instancia
que emociona al caminar
tanta historia con paciencia
construida al amar.
                 
                                   (Carolain)

Y presente en sociedad

PUPPY




viernes, 24 de octubre de 2014

VOLVERAN LAS OSCURAS GOLONDRINAS



VOLVERÁN LAS OSCURAS GOLONDRINAS
Gustavo Adolfo Becquer
Declamador: José Antonio Cossio





Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales,
jugando llamarán;
pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar;
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
esas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aun mas hermosas,
sus flores abrirán;
pero aquellas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
esas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
 tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate,
¡así no te querrán!
 
  









martes, 7 de octubre de 2014

NACER HOMBRE (Adela Zamudio)




N A C E R    H O M B R E


Cuánto trabajo ella pasa
Por corregir la torpeza
De su esposo, y en la casa,
( Permitidme que me asombre).
Tan inepto como fatuo,
Sigue él siendo la cabeza,
¡Porque es hombre!

Si algunos versos escribe,
De alguno esos versos son,
Que ella sólo los suscribe.
(Permitidme que me asombre).
Si ese alguno no es poeta,
Por qué tal suposición
¡Porque es hombre!

Una mujer superior
En elecciones no vota,
Y vota el pillo peor.
(Permitidme que me asombre).
Con tal que aprenda a firmar
Puede votar un idiota,
¡Porque es hombre!

El se abate y bebe o juega.
En un revés de la suerte:
Ella sufre, lucha y ruega.
(Permitidme que me asombre).
Que a ella se llame el "ser débil"
Y a él se le llame el "ser fuerte".
¡Porque es hombre!

Ella debe perdonar
Siéndole su esposo infiel;
Pero él se puede vengar.
(Permitidme que me asombre).
En un caso semejante
Hasta puede matar él,
¡Porque es hombre!

¡Oh, mortal privilegiado,
Que de perfecto y cabal
Gozas seguro renombre!
En todo caso, para esto,
Te ha bastado
Nacer hombre.

domingo, 21 de septiembre de 2014

DOÑA PRIMAVERA (Gabriela Mistral)

GABRIELA MISTRAL

Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, nació en Vicuña, Chile el 7 de abril de 1889 y falleció en Nueva York el 10 de enero de 1957. 

Fue una destacada poetisa, diplomática, feminista y pedagoga chilena. Fue una de las principales figuras de la literatura chilena y continental y fue hasta el momento, la única mujer iberoamericana, premiada con el Nobel ,  ganó el Premio Nobel de Literatura en 1945






DOÑA  PRIMAVERA

Doña Primavera 
viste que es primor, 
viste en limonero 
y en naranjo en flor. 

Lleva por sandalias 
unas anchas hojas, 
y por caravanas 
unas fucsias rojas. 

Salid a encontrarla 
por esos caminos. 
¡Va loca de soles 
y loca de trinos! 

Doña Primavera 
de aliento fecundo, 
se ríe de todas 
las penas del mundo... 

No cree al que le hable 
de las vidas ruines. 
¿Cómo va a toparlas 
entre los jazmines? 

¿Cómo va a encontralas 
junto de las fuentes 
de espejos dorados 
y cantos ardientes? 

De la tierra enferma 
en las pardas grietas, 
enciende rosales 
de rojas piruetas. 

Pone sus encajes, 
prende sus verduras, 
en la piedra triste 
de las sepulturas... 

Doña Primavera 
de manos gloriosas, 
haz que por la vida 
derramemos rosas: 

Rosas de alegría, 
rosas de perdón, 
rosas de cariño, 
y de exultación.

lunes, 15 de septiembre de 2014

MITAD TÚ, MITAD YO (Mario Molina)




MITAD TÚ, MITAD YO
Autor: Mario Molina



Quiero ver jugueteando
por las piezas y patios
un muñeco de carne
Mitad tú, mitad yo.



Que lleve en sus cabellos
el color de tu pelo
y en sus ojos de cielo
la mirada piadosa
que Dios te regalo.



Quiero en mi casa
ahora y siempre y por vida
un muñeco de carne
Mitad tú, mitad yo.



Que lleve en sus manitas
la seda de tus besos
y en su boca el perfume
que tu seno le dio.



Quiero ver que me quiere
que me busca, que me espera
quiero sentir su abrazo
cuando me vea llegar.



Quiero que diga cosas
y que me cuente mentiras
quiero que me consuele
cuando me vea llorar.



Puedo después morirme
sabiendo que queda
un muñeco de carne
Mitad tú, mitad yo.



Que lleve en sus manitas
la seda de tus besos y en sus
ojos de cielo
la mirada piadosa que
Dios te regalo.

martes, 9 de septiembre de 2014

CULTIVO UNA ROSA BLANCA, (José Martí)

JOSÉ MARTÍ

José Julián Martí Pérez, autor de este poema, fue un político, pensador, escritor, periodista, filósofo y poeta cubano de origen español.


Este sencillo, famoso y conocido poema, encierra una metáfora muy significativa. Por donde lo analices; es sencillamente espectacular!!



CULTIVO UNA ROSA BLANCA



viernes, 15 de agosto de 2014

EL DIA QUE ME QUIERAS (Amado Nervo)

AMADO NERVO


Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz, internacionalmente conocido como Amado Nervo. Nació el 27 de agosto de 1870 en la ciudad de Tepic, Jalisco (hoy Nayarit, México) y murió en Montevideo, Uruguay el 24 de mayo de 1919.

Fue poeta y autor de novelas y ensayos, considerado dentro del estilo modernista por su estilo y su época, quién se consagró en Europa al escribir poemas de honda inspiración.

Estudió la carrera de abogacía por dos años, mas razones económicas le obligan a abandonar sus estudios para ayudar a su familia. así empezó a escribir sus primeros artículos en el Correo de la Tarde.

Ingresó al Cuerpo Diplomático como embajador de su país en Madrid, España y en Montevideo, Uruguay.

Escribió cuentos, libros de viaje, ensayos y sobre todo poesías reunidas en el libro El éxodo y las flores del camino (1902)





EL DÍA QUE ME QUIERAS




El día que me quieras tendrá más luz que junio; 

la noche que me quieras será de plenilunio, 

con notas de Beethoven vibrando en cada rayo 

sus inefables cosas, 

y habrá juntas más rosas 
que en todo el mes de mayo. 



Las fuentes cristalinas 

irán por las laderas 

saltando cristalinas 

el día que me quieras. 


El día que me quieras, los sotos escondidos 

resonarán arpegios nunca jamás oídos. 

Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras 

que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras. 


Cogidas de la mano cual rubias hermanitas, 

luciendo golas cándidas, irán las margaritas 

por montes y praderas, 

delante de tus pasos, el día que me quieras... 
Y si deshojas una, te dirá su inocente 
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente! 



Al reventar el alba del día que me quieras, 

tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras, 

y en el estanque, nido de gérmenes ignotos, 

florecerán las místicas corolas de los lotos. 


El día que me quieras será cada celaje 

ala maravillosa; cada arrebol, miraje 

de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar, 

cada árbol una lira, cada monte un altar. 


El día que me quieras, para nosotros dos 

cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.
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